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Las trabas de la educación

LAS TRABAS DE LA EDUCACIÓN

domingo, 6 de diciembre de 2009

SOBRE LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFIA

Erick Rodríguez Hernández



Se busca reflexionar sobre la importancia de la filosofía como medio de desarrollo de las capacidades intelectuales y emocionales de los individuos, así como un medio de revalorar nuestro entorno social a partir de una redefinición de los conceptos de felicidad y tragedia.


Siempre que se empieza hablar del sujeto y de sus comportamientos más acertados, hablamos de su racionalidad. Sin embargo, la importancia perceptiva de sus sentidos y su sensibilidad muchas veces no toman gran importancia, sobre todo cuando queremos definir al ser humano “culto y educado”.
Miguel de Unamuno habla del hombre de carne y hueso[1]: el hombre que siente, que ama, que es afectivo; el sujeto de toda filosofía. El hombre que filosofa siempre añadirá a la vida grandes explicaciones de lo que acontece en el mundo y el universo, de lo que ocurre con él mismo y con su prójimo; y éste interés se vuelve aun más grande cuando aquel filósofo le añade su propio carácter y su propia existencia a sus obras. Considerarse un ser existente es saberse parte del mundo y su historia: Unamuno explica que es más provechoso un conocimiento biográfico del filósofo que el de su propia teoría[2]. La existencia está ligada a tantos acontecimientos que el mundo le ofrece al hombre, que éste, voluntaria e involuntariamente, no se puede desligar de las circunstancias sociales ni culturales que la historia ha hecho evidentes, ni de la política, ni del arte, como desarrollo de las facultades de los individuos. La ciencia jamás tendrá una definición más acertada de lo que es el hombre que la que podría brindar la filosofía, o la poética y la literatura, o una obra teatral. Es por eso y otras razones que la filosofía y lo que surge de su reflexión[3] se vincula, camina y explica mejor lo que lleva a cabo una existencia humana, una existencia trágica y pasional: una vida como una obra. En una relación recíproca, filosofía y poética contribuyen a dar un esquema general del hombre dentro de sus pasiones, su imaginación, su entrega, su conocimiento y su asombro. No es un ataque a la ciencia lo que busca este razonamiento, simplemente se entiende que ella tiene un campo que se desarrolla en un mundo, por así decirlo, mas exteriorizado.
“El mundo es una tragedia”, dice Nietzsche. Entonces, ¿Cómo nos consideramos a nosotros? ¿Protagonistas de ese mundo o meros objetos escenográficos, oprimidos por las fuerzas despiadadas del mercado y sus estructuras sistematizadas? Tendríamos que elegir, y si elegimos ser los protagonistas entonces también tendríamos que ser buenos observadores y sensibilizarnos con nuestro alrededor, entregándonos a la existencia cual fuere alegre o melancólica y arrojarnos al encuentro de nosotros mismos en esta ambivalencia complementaria de la que habla Nietzsche: lo apolíneo y lo dionisiaco, la pasión y la razón.

Ambos instintos tan dispares marchan parejos […] estimulándose recíprocamente a nuevos alumbramientos, cada vez más vigorosos para perpetuar en ellos la lucha de esa antítesis que la palabra común “arte” sólo salva aparentemente…[4]

 Por ambas partes se puede tener una mejor definición de lo que concretamos del mundo a través de nuestras impresiones y pasiones; llegando a una reflexión consciente del lugar en donde estamos situados, hacemos de nuestro conocimiento sensitivo un conocimiento reflexivo. El arte puede funcionar como la vinculación de ambas posturas.
El sujeto convive y se confunde entre otros seres humanos y entre objetos; gana experiencias, pierde ilusiones, vive, y este mundo trágico se convierte en su campo de batalla. Aquí el sujeto está haciendo su propio libro de vida, aunque una vida atormentada suele ser bastante pesada y casi sin sentido para vivirla. Sin embargo, esta visión puede llegar a ser la palanca de velocidades, porque desde una vida atormentada también se encuentra el sentido: es el sentido de tormento mismo lo que motiva la vida de esa existencia. Entonces se quiere una transformación en nuestra vida, que a veces amerita a un profundo cambio, y esos cambios son los más importantes, ya que tendrán mayor valor porque un cambio implica siempre el tratar de mejorar.
Está por demás señalar que en la educación y sus cimientos se encuentra la clave del éxito. Una de las salidas podría ser la filosofía del arte, la expresividad artística del sujeto para justificar su trastorno vivencial y para encontrar serenidad con su propia existencia trágica y conciliarse consigo mismo en una reflexión en la que intervienen el mundo y él mismo. Aburrimiento, ociosidad, tormento, éxtasis etc., esos sentimientos que no pueden disolverse en el tiempo y por su cuenta, llegan a ser motivación de la necesidad de crear; es un proceso donde la filosofía también tiene una labor complementaria en la educación.

La filosofía responde a la necesidad de formarnos una concepción unitaria y total del mundo y de la vida, y como consecuencia de esa concepción, un sentimiento que engendre una actitud íntima y hasta una acción. Pero resulta que ese sentimiento, en vez de ser consecuencia de aquella concepción, es causa de ella. Nuestra filosofía, esto es, nuestro modo de comprender o de no comprender el mundo y la vida, brota de nuestro sentimiento respecto a la vida misma… Y esta, como todo lo afectivo, tiene raíces subconscientes, inconscientes tal vez[5].

Por lo mismo, aquella actitud que tengamos ante las circunstancias y la vida tiene tanto que ver con nuestra forma de mirar y mirarnos en la realidad e interpretarla. La filosofía se alimenta de cada persona y personalidad, se alimenta de cómo el sujeto mira el mundo a través de sus percepciones físicas y afectivas y sobre todo de la forma en que éste completa su experiencia a través de una creación encaminada por el poder imaginario y la sensibilidad. Ésta vida trágica puede ser fuente de toda creación, pero ¿Qué significa entonces una existencia trágica? Dice Aristóteles en su Poética que la tragedia es una imitación teatral (mimesis) del hombre y su vida, quien trata de describirse de mejor manera[6]. Siempre representando las acciones humanas dentro de un esquema social, acciones que afectan considerablemente al hombre, las obras de algunos trágicos fueron llamados dramas y ellos mencionan que es porque imitan a hombres que actúan[7], es decir, los hombres reales que viven dramas reales se ven como personajes en ese mundo trágico, trágico porque es inevitable su batalla contra el mundo y el destino, porque no se gana siempre. Sin duda Aristóteles concebía a la poética como una mimesis,  dado que la poesía imitaba también las acciones de los hombres y formaba parte de la tragedia en los cantos y ditirambos. De la tragedia llama la atención ver puesta en la escena la historia de un sujeto vencido por las circunstancias y su destino. Llama la atención aquello que parece ser el sufrimiento del otro, sin embargo, cuando nosotros somos los protagonistas de tal historia el problema se invierte. Las circunstancias cambian: ahora somos el actor principal, ahora estamos sintiendo que realmente sí existimos y también sufrimos. ¿Qué prosigue? Más preguntas nos absorben y es el momento de tomar decisiones y de tejer una nueva historia. Son esas tragedias las que nos encaminan a crear una solución y a cambiar por completo el rumbo de nuestra vida. Es a través de nuestras experiencias que también podemos tejer una nueva filosofía, porque nos sentimos tan ligados a nuestra existencia trágica que la mejor manera de hacerlo presente y perpetuo es brindar un conocimiento, escribir algo, o simplemente crear. No sólo escribiendo, sino también pintando, en una fotografía, en una canción, en lo que se quiera.
En “El origen de la tragedia”, un ensayo de autocrítica, Nietzsche hace un sinfín de preguntas dirigidas a la tragedia, por ejemplo:

 “¿precisamente era necesaria la tragedia para ellos? Los griegos, Es el pesimismo necesariamente el signo de declive, de hundimiento, de desilusión, de instintos fatigados y debilitados? ¿Existe un pesimismo de la fortaleza?..¿Qué es lo Dionisiaco?”[8]

Resolver estas interrogaciones amerita a una exhaustiva investigación.  Sin embargo la parte dionisiaca es la parte más importante dentro de los esquemas pasionales que  acompañan al hombre, de ahí sus instintos, sus sentimientos, sus emociones y también sus formas de concebir el mundo.
La tragedia es la relación del hombre frente a su dolor, lo dice Nietzsche, Él habla del hombre griego, pero pienso que podemos adoptar esa postura para todo hombre que tenga también empatía con la felicidad, con la estética, con la filosofía. Para ello hay una cierta apreciación perceptiva del mundo sensible y nuestra propia vida. La filosofía nos brinda herramientas necesarias para comprender el mundo de manera más perceptiva y atenta, con esa capacidad de sorpresa. La educación filosófica es la educación de conocernos a nosotros mismos y familiarizarnos con el mundo, es una investigación de las acciones humanas y de los fenómenos y, así mismo, un aprendizaje de la unidad entre seres y objetos.
Hablando un poco más de los griegos, Nietzsche se pregunta:

“¿De dónde provendrá entonces la tragedia? ¿A caso del placer, de la fuerza, de la salud desbordante, de la plenitud excesiva? ¿Y qué significado tiene entonces, hablando fisiológicamente aquella locura, de la que surgieron tanto el arte trágico como el cómico, la locura dionisiaca? ¿No es acaso la locura, necesariamente, el síntoma de la degeneración, del declive, de la cultura excesivamente tardía?” [9]

Preguntas bastante críticas acerca del arte griego y  su tragedia. El pesimismo y la locura no siempre fueron temas importantes en la filosofía griega, ya que la moralidad fue siempre la base de la política y del funcionamiento de la sociedad y, claro, abarcaba gran parte de la filosofía. Ser trágico es correlacionarse con un mundo amoral, como también lo menciona Nietzsche, porque adoptando la postura de que este mundo es trágico y que es por lo tanto estético, ya que estamos relacionándonos con él en todos los sentidos, ponerlo en el umbral de la moralidad nos lleva a una controversia.

“Y en el prólogo a Richard Wagner, es el arte, y no la moral, el que se declara como auténtica actividad metafísica del hombre; en el propio libro retorna varias veces la mordaz tesis de que la existencia del mundo sólo está justificada como fenómeno estético”[10]

 El ser humano convive inevitablemente con sus emociones, familiarizado con su soledad, empero, hay un cierto desapego y negación a ese sentimiento de soledad. Es en la soledad donde el arte también tiene un acceso, es decir, en el eterno re-implantamiento de los pensamientos que nos vienen a la cabeza; de la relación de uno consigo mismo surgen también las grandes ideas. He ahí que el arte tiene acceso a la libertad (siempre y cuando se quiera liberar), esa es su posibilidad de ser creado sin censuras.
Unir los conceptos de tristeza, aburrimiento y obsesión que se manifiestan en el hombre, con el arte, es el camino a una posible autorrealización de nuestra vida. Nuestra existencia tiene una dirección y un propósito a pesar de no ser muchas veces la vida mejor vivida a través de la alegría y la alabanza. Al momento de sospechar una duda en nuestra existencia, una fatiga, un sin sentido, damos un paso aún mayor que aquel sujeto que nunca se ha atormentado con estas preguntas, también por ese lado de la existencia tormentosa y trágica podemos hacer arte. Porque también en esa tristeza nos estamos sintiendo vivir. Como dice Unamuno, “sentirse así mismo”[11], es a través de nuestra total relación de nuestro sentimiento existencial con nuestra vida que encontramos nuestro yo. La importancia del autoconocimiento es la sobrevaloración de nuestro ser. El existencialismo y su creación artística nos puede llevar a una autorrealización en la que podemos adoptar nuestra condición de tristeza y transformarla en arte: la escritura, la pintura, la música. En el libro La nausea, Sartre escribe:

Por lo tanto se ha producido un cambio durante estas últimas semanas. ¿Pero dónde? Es un cambio abstracto que no se apoya en nada. ¿Soy yo quien ha cambiado? Si no soy yo, entonces es este cuarto, esta ciudad, esta naturaleza; hay que elegir. Creo que soy yo quien ha cambiado; es la solución más simple. También la más desagradable. Pero debo reconocer que estoy sujeto a estas súbitas transformaciones. Lo que pasa es que rara vez pienso; entonces sin darme cuenta, se acumula en mí una multitud de pequeñas metamorfosis, y un buen día se produce una verdadera revolución[12]

Ahí el comienzo de la reflexión hacia nuestra propia vida. Algo está sucediendo, un cambio, ¡que difíciles son los cambios!, pero es un comienzo y el tratar de negarlo es un engaño fallido, pero el tratar de combatirlo es un tropiezo insistente. Sentirse existir y atormentarse con ello es también sentirse vivir y morir, sentirse sentir. Desarrollando los sentidos y la sensibilidad a través de la filosofía se desarrolla una relación con el mundo profundamente intima en la que ya no simplemente nos vinculamos con los objetos de manera aparente para satisfacer las necesidades del mercado como un “ejercito nacional de reserva laboral especializada”, sino que a través de nuestro autoconocimiento nos relacionemos con nosotros mismos y con nuestro sentimiento y cómo vislumbramos el mundo. Podemos aprehender entonces a educar los sentidos a través del arte para sensibilizar el alma, porque no vivimos sólo por racionalidad ni por instinto ni para caprichos de otros, vivimos por saber vivir gracias a las capacidades que tenemos, todos poseemos las aptitudes para imaginar y crear, pero hay que estimularlas y desarrollarlas. Esas son las capacidades artísticas que ilustran mejor un momento, una emoción, una vida y que la ciencia, no tiene como carácter primordial explicar. Ya decía Nietzsche: “ver la ciencia a través de la óptica del artista, y el arte con la óptica de la vida…”[13]
La estética está en nuestro entorno, ésta de cierto modo nos proporciona datos estructurados del mundo exterior y de cómo nosotros estamos relacionándonos con este. Nuestra relación radica en que ambos mundos, el externo y el interno, recíprocamente actúan dando información de si, nuestras relaciones estéticas están ahí y son estéticas cuando el sujeto que percibe el objeto se ve inmerso en este proceso de identidad y también de utilidad para con el objeto. La estética es cuestión de gusto más que de objetividad. En nuestra subjetividad estamos armando nuestros propios conceptos y nuestras visiones, no estamos viendo con ojos prestados sino con ojos propios y eso también es una forma de autoconocimiento, la enseñanza filosófica por su parte nos acerca al querer conocer profundamente y educar nuestra forma de concebir las cosas, sentirnos más cercanos a nuestro entorno y con ello a una responsabilidad de socializar, hacer política, arte, vivir en familia etc.
La existencia humana ha sido y será un estudio sin fin, afortunadamente dado que aún quedan tantas cosas por descubrir y por asombrarnos, sin embargo a pesar de ser ésta una existencia a veces ardua, triste y absurda, su vitalidad a veces consiste en esa búsqueda del sentido a través del sufrimiento. La filosofía y el arte encaminan nuestra existencia como ciudadanos hacia la creatividad y el autoconocimiento, gracias a que asumimos nuestra condición en el mundo por un conocimiento propio y la actividad creativa, en sociedades con una amplia diversidad cultural. La estética por su parte tiene mucho que ver con la existencia, porque diariamente tenemos relaciones estéticas con el exterior, nuestras relaciones con los objetos, la manera en cómo los utilizamos y los moldeamos a nuestra vida, sobre todo cuando vamos más allá de una simple utilidad para con ellos cuando tenemos gusto por transformar los objetos. Esas relaciones estéticas inevitablemente afectan nuestra forma de concebir la realidad y con ella los procesos de enseñanza y educación; pasamos de una simple relación física a una interna, que determinará en su momento los roles y mecanismos que debemos desempeñar dentro de la sociedad. En eso también consiste la enseñanza de la filosofía: en dar herramientas al sujeto para analizar su existencia y, como esa existencia se puede transformar en un conocimiento filosófico y artístico en combinación con las técnicas y métodos de enseñanza modernos, formar individuos con un fuerte sentido ciudadano y una conciencia que sea digna de hacer suyo el calificativo de Creadora.

 

BIBLIOGRAFÍA

ARISTÓTELES, La poética, España, Editorial Colofón, 2006
NIETZCHE Frederic, El origen de la tragedia, Buenos Aires, Editorial Edaf; 2001
SARTRE Jean Paul, La Nausea, D.F., Editorial Época, 2002
UNAMUNO Miguel, Del sentimiento trágico de la vida, México, Editorial Alianza, 2002


[1] UNAMUNO Miguel, Del Sentimiento trágico de la vida, México, Editorial Alianza, 2002
[2] Ibíd., p. 17
[3] (si tuviéramos que escoger un representante del arte que se acomodara mejor en la filosofía)
[4] NIIETZCHE, Frederic, El origen de la tragedia, Buenos Aires, Editorial Edaf, 2001
[5] UNAMUNO Miguel, op Cit, p. 29
[6] ARISTÓTELES, Poética,  México, Editorial Colofón, 2006
[7] Ibid. P 69
[8]  NIETZCHE, op. Cit., p. 46
[9]Ibid., p 47
[10] Ibid. p 49
[11] UNAMUNO Miguel, op. cit., p. 40
[12]  SARTRE, Jean Paul, La nausea, México, Editorial. Época, 2002
[13] NIETZCHE, op. Cit, p. 45

1 comentario:

revista de educación dijo...

Erick,

¿porqué con toda esa filosofía, no te aplicas a cumplir con lo más terrenal y concreto que se da en el salón de clases?

Tu capacidad de pensamiento abstracto y de retención es tu virtud, pero, simpre el pero... existen normas,

Me acorde una frase de Nietzche:
"La buena memoria es a veces un obstáculo al buen pensamiento."

y de un pensamiento, que me encantá:

"El pajáro rompe el cascaron, el huevo es el mundo, quien quiere nacer tiene que romper su propio mundo".

Echale ganas en lo que viene, ya vas de salida.

Janette